Todo dura nada.

Aun recuerdo cuando apreció de la nada. No me es posible recordar exactamente cuándo lo conocí por primera vez, alguien me lo presentó un martes, estoy segura, en alguna reunión, lo sé muy bien; se estaba celebrando algún acto importante, no cabe duda, en un sitio o en otro, estoy convencida.

Lo cierto es que esa presentación se hizo, por mi parte, con un grado de ansioso nerviosismo que me sirvió para impedir fijarme en las impresiones definidas de tiempo y lugar. Soy constitucionalmente nerviosa. Esto en mi es un defecto hereditario y no puedo sobreponerme. Especialmente la más ligera apariencia de interés o cualquier cuestión que no pueda comprender exactamente, me dejan en un lamentable estado de agitación, no sabía qué hacer, ni que decir, como acercarme a darle un beso en la mejilla o como mirarlo, me quede estúpida.

El tenia algo notable que no descubro hasta ahora (no creo que lo haga tampoco) aunque esta palabra es un tanto débil para expresar mi verdadera significación acerca de la genuina individualidad del personaje en cuestión. Era mucho más alto que yo, digamos que tenía unos 5 o 6 pies de altura y su presencia era para mí, singularmente dominante, siento una especie de satisfacción melancólica al dar detalles. Como ustedes se darán cuenta, no puedo hablar de estas últimas sin entusiasmos; no es demasiado afirmar que era el más maravilloso par de ojos en ese lugar, gozaba de unas ventajas preeminentes. Eran sus pupilas de un valor extraordinario y por ratos se percibía en ellas esa claridad de interesante oblicuidad que hace fecunda una expresión…

Desde ese momento se convirtió en mi silencio, mi sarcasmo y mis ganas. Ahora él me da razones para creer en el amor pero no sabe que con tan solo verlo me basta y me sobra. Me importa mas de lo que se imagina, aunque no le diga nada, pienso que deberia enterarse de una vez que es dueño de cada centimetro de mi piel. Pero en fin, cada uno juega su propio partido estratégico, no hubo antes ni tampoco habrá despues.