jueves, 20 de agosto de 2009

Para nadie en especial.





- ¿Cuántas veces te has equivocado?
- ¿Cuántas veces has llorado?

Alguien me preguntó esto, yo, atenta, conteste:

- No puedo contar las veces que me equivoco, ya que acabaría perdiendo la cuenta, pero solo te diré una, de esta, la explicación será tan larga, que podría no acabar nunca, ya que en ella abundan sentimientos que nunca más había sentido, frases que nunca más había escuchado, palabras que creí no escuchar nunca, y sensaciones que jamás había experimentado.

- ¿Llorar? claro que he llorado, si solo te refieres al hecho de que una lágrima se resbale desde el lagrimal hasta que acaba desapareciendo y quede absorbida por la piel, pero si te refieres a sentir pena, tristeza, melancolía, esto, solo me ha pasado una vez.

Mi nombre es Ariana y esta, quizás, esta es mi historia...

En definitiva, no hay relación sin separación es como una ecuación, una ecuación que odio, una ecuación que todos sabemos que siempre se va a dar pero a la cual no todos reaccionamos igual, en lo personal, no creo que despedirse de alguien a quien se quiso o se quiere sea fácil... CARAJO ! no quiero seguir..


sábado, 8 de agosto de 2009

Los días lluviosos.




Me acordé del día en que dejé tu sombra encerrada en alguna habitación.

Moría por liberarla y seguir jugando ala idiota empedernida. Pero los buenos tiempos pudieron más que la lluvia, y sentía tus gritos de desesperación confundirse con mis risas fingidas.

Me apoyé en la puerta y lentamente resbalaba hasta terminar sentada a 10 centímetros de tu recuerdo. Logré controlar los temblores de debilidad que espontáneamente
aparecían y poco a poco me alejaba de aquella habitación. Mis labios murmuraban canciones utilizadas como conjuros para distraerme y dejarte en el olvido, cerré los ojos esperando tranquilidad.

Caminé pacientemente; a pesar que todos mis sentidos estaban orientados a no percatarse de tu existencia, lograba escuchar tus gritos, tus llantos, tus risas, tus ruidos. En los últimos metros de mi escapatoria, cometí el error de mirar hacia atrás, abrí los ojos, dejé a un lado las canciones y recordé cuanto amo los días lluviosos.

Corrí, tropezando con viejos fantasmas, luchando contra el dolor, esquivando lágrimas. Llegué a la puerta, entré y te encontré sentado con las piernas cruzadas y con una sonrisa de satisfacción dibujada en el rostro. La puerta se cerró atrás de mí y comprendí que había vuelto a ser la mismo de siempre.

Caminé hacia ti, y me limité a darte un beso en la mejilla y sentarme a tus pies, volviendo a ser parte de tus cuantiosas historias sin final.